Wonder Woman Episodio 7: IDENTIDAD. Escrito por Tom Monroe.


WONDER WOMAN Episodio 7: IDENTIDAD.



En las afueras de Washington unos cazadores se adentran en una zona boscosa siguiendo el rastro de un venado. El animalito se ha detenido frente a una arboleda y se muestra propicio para convertirse en blanco. Sin embargo, el inexperto tirador falla y el proyectil parece rebotar en la nada, produciendo un ruido metálico que alerta a la presa que se pierde velozmente. Desconcertado, el cazador vuelve a disparar repetidas veces y comprueba el mismo efecto: una barrera invisible entre los árboles está rechazando las balas. Sorprendidos, los dos hombres comienzan a detectar una estructura invisible que reposa escondida entre el follaje. Recién alcanzan a revelar de qué se trata, cuando la nave se enciende y ellos se apartan desconcertados. Los árboles se separan movidos por un fuego, y entonces, en medio de un silbo de despegue, abren paso a la nave que se eleva reflejando destellos del sol que la golpea. TITULOS

Cuando Diana se acerca a su departamento cargada de compras, presencia dos sujetos en moto que le arrebatan la cartera a una señora de edad dejándola derribada en el piso. La amazona apoya las bolsas en un muro, y cuando se dispone a intervenir, descubre, junto al resto de los peatones, una muchacha que se ha situado en el trayecto de los asaltantes con los puños cerrados en la cintura y pose retadora. Los motoristas, lejos de retroceder se lanzan con potencia, entonces la joven los sortea rápidamente, y tomándolos por sus ropas los arranca del vehículo que continúa deslizándose por el asfalto.

El equipo más experto de la división de investigación escucha las indicaciones de Gregor, mientras Helena Circe abre la puerta y entra en la sala para tomar la palabra. Escueta y directa como siempre, les indica el tiempo con que cuentan para averiguar sobre la teniente Prince y su oscuro pasado: Helena está convencida que la misteriosa señorita Prince tiene mucho que ver con e“la mujer fenómeno” que apareció noches atrás. En esos momentos, Steve conversa con Etta, también sobre Diana y su origen. Al coronel tampoco le cierran los datos que ha encontrado sobre la nueva asistente.

En el departamento de Diana, Drusila toma un helado mientras le explica a su hermana lo ocurrido: el equipo de control remoto que Steve había dejado en la Isla se activó inesperadamente, y el avión aterrizó en Themischira sin conductor alguno. Diana insiste en que algo lo tiene que haber accionado, y mientras se acomoda el uniforme alecciona a Drusila sobre la sensatez a la hora de hacer demostraciones físicas como la que hizo por la mañana.

La experiencia en informática que Etta tiene la lleva a dudar de los datos que Diana ha aportado en su curriculum; sin embargo, su instinto le dice que es ella una buena persona y que si está engañando debe tener una razón justificada. Por eso, ha logrado meterse en la red del equipo que trabaja para Helena y trata de llevarle la delantera para alcanzar más rápido la verdad. Steve por su parte, visita el centro donde supuestamente Diana ha cursado sus estudios e intenta contactar con viejos conocidos.

Diana, ajena a lo que ocurre, disfruta de la vista majestuosa de lo profundo del océano: los delfines la llevan entre cardúmenes de colores hacia su amada Isla. Por eso, se alegra visiblemente cuando contempla sumergidos los pilares rocosos que soportan Themischira en el medio del mar. La energía de la Isla, como si fuera un sistema inmunológico, reconoce la presencia de Diana y le permite el paso hasta la costa, de donde ella emerge radiante al contemplar su hogar que se yergue entre las montañas.

Hipólita decide visitar a su hija después de la cena y la encuentra en la galería de su habitación, en una de las torres más alta del palacio. Diana apoyada en una balaustrada de piedra, contempla el contraste del cielo estrellado y el mar; y mientras el viento coquetea con su cabello, le comenta a su madre cuánto ha extrañado todo eso. Hipólita le demanda su presencia, pero no sin una buena causa: teme que el corazón de su princesa esté controlado disimuladamente por el amor desordenado del hombre. Diana la contradice y alega el desorden del mundo exterior, y la necesidad de ayudar en lo que se pueda.

La luz de la oficina de Etta permanece encendida y ni ella ni sus oponentes informáticos han dado descanso a los teclados. Al final, la verdad se impone por la fuerza de la demostración: Diana Prince es una mujer fantasma, una intrusa, y si se quiere, un peligro para la Nación.

El sueño no ha logrado llegar hasta el corazón inquieto de Diana. Desvelada por el imprevisto del avión, se encuentra en el lecho con los ojos bien abiertos. En el momento, su oído reconoce un crepitar de hojas ajeno a los habituales ruidos nocturnos. Se asoma por el balcón y descubre una figura envuelta en una capa negra que se desliza por la torres del palacio y desciende hasta un parque interior. Sin pensarlo, se larga de la altura, y su cuerpo preparado se adapta perfectamente a la caída. Sigilosa sigue a la extraña silueta y con asombro descubre que luego de conducirse hacia el lado sur de la Isla, se interna en la zona prohibida; allí, donde la vegetación y la niebla cobran densidad.

La hendidura estrecha en la roca deja entrar la luz de la noche hasta cierto punto, después la oscuridad se vuelve dueña del lugar y Diana pierde de vista a la misteriosa mujer. Entonces cruza sus muñecas en un golpe, y, tras un estallido de luz que aparece y se extingue rápidamente aparece el lazo en sus manos. El resplandor de la cuerda le sirve de lámpara que la guía hasta el final del trayecto, cuando descubre lo impensable: una habitación preparada para alojar a alguien, y lo más extraño, prendas, que Diana identifica de uniforme militar inmediatamente. En una mesa de madera, descansa un manuscrito en inglés, y mientras la princesa lo sostiene en sus manos, la figura de Artemisa emerge de la oscuridad en el más absoluto e inhumano silencio. Si Dina había quedado deformada, Artemisa se ha vuelto casi irreconocible: una palidez mortecina combinada con una delgadez notoria y un pelaje incipiente en sus manos que terminan en garras, la han transmutado horrorosamente. Diana trata de hablarle pero ella con voz ronca recita una frase sin sentido y se lanza sobre su hermana. Sólo la luz del lazo permite descubrir la batalla que se libra en el interior de la caverna, y el rostro de Diana parece desarticularse poco a poco, cuando descubre que Artemisa no cesará hasta matarla. Ni el lazo ni los golpes de Diana pueden hacer que la amazona alienada pierda el sentido, parece no experimentar dolor alguno. La princesa cae en la cuenta que sólo una de las dos puede salir con vida, y la idea de tener que terminar con su hermana la paraliza. La bestial hermana aprovecha y comienza a dominarla mientras le inflige cortes en el brazo que sangra copiosamente. Una flecha se clava de pronto en el corazón de Artemisa que cae, y detrás de ella Doménika aparece súbditamente: He visto a lo largo de mi vida deformaciones por la pérdida del equilibrio interior, pero jamás una cosa como esta- comenta la consejera real manteniendo un arco en sus manos.

Hipólita no puede retener a Diana que ahora tiene más razones que nunca para volver a América. El uniforme militar, el manuscrito que habla sobre Themischira y su misteriosa fuente de energía están relacionados con el mundo del hombre, y es urgente averiguarlo. Beau se despide de su amiga y le pide que se cuide. El avión invisible atraviesa el cielo azul de su Isla y la coraza de energía que impide la entrada y salida de objetos extraños, una vez más se rinde ante la velocidad del prototipo que la atraviesa sin problemas.

Etta Candy detiene a Diana en un pasillo de la base y la obliga a entrar a su oficina. Allí le muestra información y le pregunta quién es realmente. Diana intenta desviar la conversación pero Etta la acorrala con la evidencia: sus datos han sido puestos hábilmente en el internet, pero no convergen a una identidad de existencia real. Helena Circe y su corte esperan a Diana en una sala privada donde piensan detenerla. La amazona entra con Etta y escucha la verdad sobre su usurpación. Helena se le acerca y le habla altiva a pocos centímetros de la cara. Todo ha sido descubierto y tendrá que dar aclaraciones a la justicia. Y cuando todo parece acabar, Diana, imperturbable, saca del saco su lazo dorado y ante la mirada estupefacta de los presente, los envuelve para luego obligarlos a olvidar y aceptar. Etta que ha permanecido en un extremo de la sala le pregunta si Helena también ha olvidado la animosidad que siente por ella, a lo que Diana revela que no, que de alguna forma los sentimientos permanecen en el corazón y son inmunes al lazo. A continuación, Etta se acerca y tocando la cuerda que la amazona enrolla en sus manos, agrega: -“Supongo que ahora continúo yo”- a lo que Diana responde: -te equivocas, en alguien tengo que confiar-.

Steve llega a su casa y mientras su padre le prepara un trago, saca un sobre con informes y una foto de Diana. -¿Sabes?- le refiere el padre al hijo- Lo más curioso del caso es qué te importa más esta muchacha asistente que la señorita maravilla que no salvó la noche del viernes- Steve no responde y arroja parte de los documentos al hogar que arde cadenciosamente. Los papeles se consumen por el fuego, y el Coronel Trevor los observa desintegrarse y se interroga en voz alta: ¿Quién eres, y por qué me traes tan impresionado?

CREDITOS
Próximo episodio: BANDO


SEAN FELICES

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