WONDER WOMAN Episodio 7: IDENTIDAD.
En las afueras de Washington unos
cazadores se adentran en una zona boscosa siguiendo el rastro de un
venado. El animalito se ha detenido frente a una arboleda y se
muestra propicio para convertirse en blanco. Sin embargo, el
inexperto tirador falla y el proyectil parece rebotar en la nada,
produciendo un ruido metálico que alerta a la presa que se pierde
velozmente. Desconcertado, el cazador vuelve a disparar repetidas
veces y comprueba el mismo efecto: una barrera invisible entre los
árboles está rechazando las balas. Sorprendidos, los dos hombres
comienzan a detectar una estructura invisible que reposa escondida
entre el follaje. Recién alcanzan a revelar de qué se trata, cuando
la nave se enciende y ellos se apartan desconcertados. Los árboles
se separan movidos por un fuego, y entonces, en medio de un silbo de
despegue, abren paso a la nave que se eleva reflejando destellos del
sol que la golpea. TITULOS
Cuando Diana se acerca a su
departamento cargada de compras, presencia dos sujetos en moto que le
arrebatan la cartera a una señora de edad dejándola derribada en el
piso. La amazona apoya las bolsas en un muro, y cuando se dispone a
intervenir, descubre, junto al resto de los peatones, una muchacha
que se ha situado en el trayecto de los asaltantes con los puños
cerrados en la cintura y pose retadora. Los motoristas, lejos de
retroceder se lanzan con potencia, entonces la joven los sortea
rápidamente, y tomándolos por sus ropas los arranca del vehículo
que continúa deslizándose por el asfalto.
El equipo más experto de la división
de investigación escucha las indicaciones de Gregor, mientras Helena
Circe abre la puerta y entra en la sala para tomar la palabra.
Escueta y directa como siempre, les indica el tiempo con que cuentan
para averiguar sobre la teniente Prince y su oscuro pasado: Helena
está convencida que la misteriosa señorita Prince tiene mucho que
ver con e“la mujer fenómeno” que apareció noches atrás. En
esos momentos, Steve conversa con Etta, también sobre Diana y su
origen. Al coronel tampoco le cierran los datos que ha encontrado
sobre la nueva asistente.
En el departamento de Diana, Drusila
toma un helado mientras le explica a su hermana lo ocurrido: el
equipo de control remoto que Steve había dejado en la Isla se activó
inesperadamente, y el avión aterrizó en Themischira sin conductor
alguno. Diana insiste en que algo lo tiene que haber accionado, y
mientras se acomoda el uniforme alecciona a Drusila sobre la sensatez
a la hora de hacer demostraciones físicas como la que hizo por la
mañana.
La experiencia en informática que Etta
tiene la lleva a dudar de los datos que Diana ha aportado en su
curriculum; sin embargo, su instinto le dice que es ella una buena
persona y que si está engañando debe tener una razón justificada.
Por eso, ha logrado meterse en la red del equipo que trabaja para
Helena y trata de llevarle la delantera para alcanzar más rápido la
verdad. Steve por su parte, visita el centro donde supuestamente
Diana ha cursado sus estudios e intenta contactar con viejos
conocidos.
Diana, ajena a lo que ocurre, disfruta
de la vista majestuosa de lo profundo del océano: los delfines la
llevan entre cardúmenes de colores hacia su amada Isla. Por eso, se
alegra visiblemente cuando contempla sumergidos los pilares rocosos
que soportan Themischira en el medio del mar. La energía de la Isla,
como si fuera un sistema inmunológico, reconoce la presencia de
Diana y le permite el paso hasta la costa, de donde ella emerge
radiante al contemplar su hogar que se yergue entre las montañas.
Hipólita decide visitar a su hija
después de la cena y la encuentra en la galería de su habitación,
en una de las torres más alta del palacio. Diana apoyada en una
balaustrada de piedra, contempla el contraste del cielo estrellado y
el mar; y mientras el viento coquetea con su cabello, le comenta a
su madre cuánto ha extrañado todo eso. Hipólita le demanda su
presencia, pero no sin una buena causa: teme que el corazón de su
princesa esté controlado disimuladamente por el amor desordenado del
hombre. Diana la contradice y alega el desorden del mundo exterior, y
la necesidad de ayudar en lo que se pueda.
La luz de la oficina de Etta permanece
encendida y ni ella ni sus oponentes informáticos han dado descanso
a los teclados. Al final, la verdad se impone por la fuerza de la
demostración: Diana Prince es una mujer fantasma, una intrusa, y si
se quiere, un peligro para la Nación.
El sueño no ha logrado llegar hasta el
corazón inquieto de Diana. Desvelada por el imprevisto del avión,
se encuentra en el lecho con los ojos bien abiertos. En el momento,
su oído reconoce un crepitar de hojas ajeno a los habituales ruidos
nocturnos. Se asoma por el balcón y descubre una figura envuelta en
una capa negra que se desliza por la torres del palacio y desciende
hasta un parque interior. Sin pensarlo, se larga de la altura, y su
cuerpo preparado se adapta perfectamente a la caída. Sigilosa sigue
a la extraña silueta y con asombro descubre que luego de conducirse
hacia el lado sur de la Isla, se interna en la zona prohibida; allí,
donde la vegetación y la niebla cobran densidad.
La hendidura estrecha en la roca deja
entrar la luz de la noche hasta cierto punto, después la oscuridad
se vuelve dueña del lugar y Diana pierde de vista a la misteriosa
mujer. Entonces cruza sus muñecas en un golpe, y, tras un estallido
de luz que aparece y se extingue rápidamente aparece el lazo en sus
manos. El resplandor de la cuerda le sirve de lámpara que la guía
hasta el final del trayecto, cuando descubre lo impensable: una
habitación preparada para alojar a alguien, y lo más extraño,
prendas, que Diana identifica de uniforme militar inmediatamente. En
una mesa de madera, descansa un manuscrito en inglés, y mientras la
princesa lo sostiene en sus manos, la figura de Artemisa emerge de la
oscuridad en el más absoluto e inhumano silencio. Si Dina había
quedado deformada, Artemisa se ha vuelto casi irreconocible: una
palidez mortecina combinada con una delgadez notoria y un pelaje
incipiente en sus manos que terminan en garras, la han transmutado
horrorosamente. Diana trata de hablarle pero ella con voz ronca
recita una frase sin sentido y se lanza sobre su hermana. Sólo la
luz del lazo permite descubrir la batalla que se libra en el interior
de la caverna, y el rostro de Diana parece desarticularse poco a
poco, cuando descubre que Artemisa no cesará hasta matarla. Ni el
lazo ni los golpes de Diana pueden hacer que la amazona alienada
pierda el sentido, parece no experimentar dolor alguno. La princesa
cae en la cuenta que sólo una de las dos puede salir con vida, y la
idea de tener que terminar con su hermana la paraliza. La bestial
hermana aprovecha y comienza a dominarla mientras le inflige cortes
en el brazo que sangra copiosamente. Una flecha se clava de pronto en
el corazón de Artemisa que cae, y detrás de ella Doménika aparece
súbditamente: He visto a lo largo de mi vida deformaciones por la
pérdida del equilibrio interior, pero jamás una cosa como esta-
comenta la consejera real manteniendo un arco en sus manos.
Hipólita no puede retener a Diana que
ahora tiene más razones que nunca para volver a América. El
uniforme militar, el manuscrito que habla sobre Themischira y su
misteriosa fuente de energía están relacionados con el mundo del
hombre, y es urgente averiguarlo. Beau se despide de su amiga y le
pide que se cuide. El avión invisible atraviesa el cielo azul de su
Isla y la coraza de energía que impide la entrada y salida de
objetos extraños, una vez más se rinde ante la velocidad del
prototipo que la atraviesa sin problemas.
Etta Candy detiene a Diana en un
pasillo de la base y la obliga a entrar a su oficina. Allí le
muestra información y le pregunta quién es realmente. Diana intenta
desviar la conversación pero Etta la acorrala con la evidencia: sus
datos han sido puestos hábilmente en el internet, pero no convergen
a una identidad de existencia real. Helena Circe y su corte esperan a
Diana en una sala privada donde piensan detenerla. La amazona entra
con Etta y escucha la verdad sobre su usurpación. Helena se le
acerca y le habla altiva a pocos centímetros de la cara. Todo ha
sido descubierto y tendrá que dar aclaraciones a la justicia. Y
cuando todo parece acabar, Diana, imperturbable, saca del saco su
lazo dorado y ante la mirada estupefacta de los presente, los
envuelve para luego obligarlos a olvidar y aceptar. Etta que ha
permanecido en un extremo de la sala le pregunta si Helena también
ha olvidado la animosidad que siente por ella, a lo que Diana revela
que no, que de alguna forma los sentimientos permanecen en el corazón
y son inmunes al lazo. A continuación, Etta se acerca y tocando la
cuerda que la amazona enrolla en sus manos, agrega: -“Supongo que
ahora continúo yo”- a lo que Diana responde: -te equivocas, en
alguien tengo que confiar-.
Steve llega a su casa y mientras su
padre le prepara un trago, saca un sobre con informes y una foto de
Diana. -¿Sabes?- le refiere el padre al hijo- Lo más curioso del
caso es qué te importa más esta muchacha asistente que la señorita
maravilla que no salvó la noche del viernes- Steve no responde y
arroja parte de los documentos al hogar que arde cadenciosamente. Los
papeles se consumen por el fuego, y el Coronel Trevor los observa
desintegrarse y se interroga en voz alta: ¿Quién eres, y por qué
me traes tan impresionado?
CREDITOS
Próximo episodio: BANDO
SEAN FELICES
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