Wonder Woman Episodio 6: IMPACTO -parte dos-
La discreta música de fondo armoniza con la conversación del pequeño grupo en la casa de los Trevor. -¿De dónde salió?- pregunta James Trevor. -No lo sé- responde Steve a su primo. -Solamente me han dicho que acaba de pasar con honores las pruebas en la base. -Jamás he visto una mujer más hermosa- agrega James- a lo que su interlocutor le replica: -Demasiado alta para ti primo- Lyndsay interrumpe la reunión y los invita a pasar al comedor. Cuando Mark le pregunta a Diana si alguna vez se ha sentado en una mesa tan extensa, ella, seria le responde que incontables veces. Entonces el ingeniero ríe delicadamente mientras se acomoda su servilleta en el regazo. En el otro extremo, Steve intenta hacer lo mismo, pero no puede despegar la vista de Diana.
Afuera la nieve ha comenzado a caer abundantemente y cuando uno de los custodios de la mansión intenta cerrar la ventanilla del puesto, un disparo sordo atraviesa el cristal entreabierto y tumba al desafortunado en el piso. El otro guardia reacciona, pero recibe otra bala en su espalda y cae no muy lejos de su compañero. Títulos.
De todas las cosas que Helena ha hecho en su vida ninguna incluye la disculpa; por eso no retrocede ni un paso cuando del otro lado de la línea le reprochan el haber fallado en ubicar al Teniente Gregor como asistente de vuelo. Lo único que ahora ella ofrece es una nueva oportunidad: esta noche, el secuestro del ingeniero Jason incluye, no sólo la eliminación del Coronel Trevor sino también la de la Teniente Prince, cuyos datos en la red, en cierto punto, se pierden misteriosamente. -El equipo ya investiga de dónde ha salido esta extraña mujer-.
Las treinta personas sentadas a la mesa ríen al unísono con las respuestas de Steve a las bromas de sus hermanos. Todo parece converger a su falta de memoria; por eso Lyndsay, continuando en la misma línea, expresa su deseo de que no haya olvidado la fecha de la boda. Steve, sin saber muy bien porqué, dirige la vista hacia Diana, Diana en cambio, comprendiendo quizás mejor que él, baja la mirada. A unas cuadras de allí, en el interior de una camioneta equipada con alta tecnología, el Teniente Gregor observa las imágenes de calor que se reflejan en la pantalla: -Todos los objetivos están en la sala- le comunica a dos hombres de negro que empiezan a entrar por las dependencias de servicio de la residencia. En el instante que Diana le pregunta al ingeniero sobre el compromiso de Steve, dos individuos armados entran en la cocina y disparan certeramente a uno de los presentes sin que puedan reaccionar. El segundo, en vano lanza un grito de clemencia antes de caer estrepitosamente sobre la loza apilada en la mesada. La amazona, que ha escuchado todo, interrumpe a Mark e intempestivamente se disculpa levantándose de la mesa. Mientras camina rápido por el pasillo que conduce a la cocina, su agudo oído registra la última comunicación que viene de afuera: “Una mujer se dirige hacia ustedes, utilícenla como rehén”. En ese instante, una puerta vaivén se abre y Diana deja que la tomen prisionera.
Cuando el personal le sirve más vino a Mark, éste le pregunta si sabe algo de la señorita que acaba de salir. El muchacho, le responde que termina de cruzarse con ella y que iba hacia la cocina -¿la cocina?- se extraña el ingeniero. Pero antes que el sirviente pueda responder, dos hombres completamente de negro entran al comedor con Diana sujeta por el cuello y disparan repetidas veces al aire.
El ingeniero Mark Jason obedece la orden, se incorpora cuidadosamente y es conducido por uno de los individuos fuera de la sala. Ya con la presa a salvo y en camino, el sujeto que ha quedado en el comedor y tiene agarrada a Diana, apunta directamente a Steve; la princesa le aprieta la mano hasta que se oye el crujir de las falanges que le sujetan el cuello. El individuo transido de dolor abandona el arma y se encorva sobre sí mismo, entonces Steve se adelanta reduciéndolo rápidamente. Ya Diana corre por el pasillo en ayuda de ingeniero, y le toma poco tiempo recoger la alfombra de un tirón y arrojar al intruso al piso. Igualmente, en un instante, quita un plato de bronce que cuelga en la pared y antes que el atacante pueda disparar, se lo lanza como platillo volador directamente a la frente.
Helena Circe parece a punto de perder su acostumbrada calma y mientras un chofer la traslada en una camioneta negra, imparte órdenes tajantemente. En la mansión cuando Steve y sus hermanos intentan comunicarse por ayuda, caen en la cuenta que todas las transmisiones han sido bloqueadas, y no terminan de reaccionar cuando la luz desaparece de repente.
De dos potentes vehículos que rodean la Residencia comienzan a descender más hombres armados, que bajo las órdenes de Gregor se reagrupan en el lugar. Dentro, Steve acaba distribuyendo a sus hermanos y organiza una resistencia. -Por lo visto señorita Prince, usted sabe defenderse, por eso, mientras nosotros los cubrimos va a acompañar a estas personas a una salida trasera. -Por si la necesita- le agrega entregándole un arma.
La débil luz de los celulares guía a los invitados por los corredores de la casa. Lyndsay no ha perdido nunca la calma y se ha encargado de conducirlos en silencio por la vía más corta. Diana, que la ha observado todo el tiempo, la sigue por detrás y en un alto del camino intercambian palabras de estrategia. Los hombres Trevor, ya hechos con unas cuantas armas, han descendido hasta la planta baja, y ubicados al pie de la enorme escalera de mármol, frente a la entrada principal, esperan ansiosos el ataque. Los primeros disparos no se dejan esperar, y, a pesar de la solidez de la puerta, comienzan a perforarla indiscriminadamente. Diana, que junto con los demás fugitivos escuchan el estruendo, casi no puede pensar en otra cosa que Steve. Sin embargo, cuando llegan a una portón metálico que conduce al exterior, una vez más, la amazona advierte la comunicación que viene por los transistores de los asaltantes: “-Detrás de la puerta tienen un grupo de personas que intentan escapar, derríbenla.”- Decidida, y aprovechando la distracción del lejano tiroteo, se sube apenas el vestido y lanza una patada a la puerta, que sale fuertemente despedida arrastrando con ella a los dos hombres que estaban detrás. La oscuridad del lugar disimula la puerta metálica levemente doblada que sepulta a los atacantes; los invitados salen al parque y echan a correr tras Lyndsay que los va exhortando uno a uno.
Los pies descalzos de Diana, apenas rozan la cerámica del piso mientras se dirige velozmente hacia la azotea de la mansión. En la entrada, los atacantes ya han descubierto que la resistencia se ha quedado sin municiones, y tras un estruendo, la cortina de polvo se disipa lentamente y deja ver una amplia brecha de entrada. Arriba Diana ha llegado donde quería, sacándose los anteojos comienza a girar sobre sí, y muy lejos de allí, precisamente en Themischira, la energía de la Isla se activa y la busca velozmente. Tras el giro el estallido de luz, tras la luz, la figura de una amazona guerrera.
Mientras hombres de negro van entrando cautelosamente por la puerta derribada, arriba, el enorme tragaluz de vitrales estalla en miles de fragmentos, y junto con ellos desciende veloz una imagen sorprendente. Entre las presas y sus depredadores, cae firme y segura, una mujer que se posiciona rápidamente. Apenas un mechón de su cabello se ha deslizado sobre su frente, y sólo parece moverse el aliento de su boca que se condensa por el frio que entra. A su espalda los hermanos Trevor y el ingeniero no dan crédito a lo que contemplan, frente a ella cuatro hombres armados dudan de que sea real lo que presencian. No obstante, numerosos proyectiles abandonan implacables las armas de fuego, y entonces lo inesperado sucede: el fulgor de los brazaletes de la mujer, moviéndose a un mismo tiempo, parece formar un impenetrable escudo de plata en el que impactan los cientos de disparos. Ahora es el humo de la pólvora recién detonada el único que parece moverse. Pero tras unos instantes, la amazona se lanza contra los atacantes, que atraviesan los ventanales del malogrado frente.
Afuera, el rojo y azul de las sirenas de los coches oficiales contrasta con el blanco de la nieve. Adentro, en la Residencia Trevor, Helena Circe sube por las escaleras que conduce a la azotea. Al llegar, observa desde la altura y a través del cristal roto, los paramédicos y militares que se mueven organizadamente, y recogiéndose la piel de la chaqueta de cuero que lleva se pregunta: ¿Qué clase de mujer pudo haber hecho esto?
Créditos
Próximo episodio: IDENTIDAD
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