En Washington la nieve cae persistente y en una tienda alejada al borde de la carretera una mujer escucha las noticias locales mientras espera que le entreguen la mercancía. Durante todo el día los noticieros han remarcado lo mismo: es la cuarta víctima que se encuentra asesinada de la misma forma. Las pobres mujeres han sido halladas sin vida y con desgarros en todo el cuerpo. La joven recibe el cambio y se dirige al estacionamiento. La nieve y la hora han dejado desolado el lugar, por eso, mientras observa por la ventana del auto acercarse a un individuo, en vano busca a alguien que le devuelva la tranquilidad. El sujeto golpea su ventanilla y cuando ella intenta arrancar el coche, una mano enfundada en cuero negro atraviesa el cristal y la sujeta por la garganta. Títulos
Steve atraviesa la hierba verde que ondea por el viento y camina hacia Diana que se encuentra en el borde de un acantilado. “¿Qué es lo que te preocupa princesa?” –le pregunta apenas Diana gira para encontrarlo- Entonces ella le cuenta su proyecto de no regresar a Themischira por un tiempo. Steve le ha confiado el problema que están teniendo con cierta organización y Diana quiere ayudarlos. “Nos harías verdaderamente falta”-comenta Steve con una sonrisa sencilla. La Reina, mientras tanto, ultima los detalles de la celebración que tendrá lugar por la tarde. En el gran coliseo ya casi todo está preparado para la entrega de las armas que pertenecerán a la amazona ganadora. Una escalinata de piedra conduce a la parte más alta, y allí en una especie de atalaya abierta, brilla, sobre un retablo de piedra, una preciosa tiara dorada.
Helena Circe y un equipo de especialistas se reúnen con personal del FBI. Al parecer todo indica que los ataques que han sufrido las mujeres no tienen relación con los soldados que murieron en África. Según los forenses, las heridas infligidas en los cuerpos de las jóvenes se corresponden claramente con un arma filosa; en cambio las de los marines y las de los guardias que custodiaban el edificio militar, no sólo se presentan mucho más brutales sino que parecen venir de algún animal.
Diana aterriza suavemente el avión en una pradera de la Isla. Steve le manifiesta su sorpresa por lo bien que lo conduce: los controles parecen haber sido hechos para ella, sólo sus veloces movimientos permiten un vuelo tan coordinado. Diana observa una imagen del avión y comenta que en algún lado la ha visto. Steve responde que como son aviones caza, para humanizarlo un poco, el día del vuelo inaugural, su sobrino le regaló un calco de la cazadora Diana. La princesa, pensativa, y con el calco en la mano, comenta que ya tiene el vestuario para actuar en América, aunque el suyo será un poco más estrecho ya que necesita libertad para moverse. Steve bromeando le dice: -“Entonces, ya no habrá esperanzas de que no llames la atención”-, y continua diciendo que la imagen que ella tiene en su mano es en blanco y negro, que un uniforme necesita colores. Diana apoyada en el avión pregunta por una insignia pintada y cuando Steve le explica que es la bandera americana, ella sonriendo le refiere: “Acá están mis colores”.
La Isla entera se encuentra reunida en el escenario más grande del lugar. En las gradas la Reina y las amazonas esperan ansiosas la presentación de Diana. La princesa, con su cabello apenas recogido en una corona de flores, pide la bendición de su madre y luego se encamina hacia la escalinata. En el silencio más absoluto llega a la plataforma más alta y recoge en su mano derecha la tiara; suspira levemente, eleva sus brazos como un águila guerrera, y comienza a girar en presencia de sus hermanas. Desde todas partes de la Isla, se levanta, como bruma, una energía azul y blanca. En una habitación alejada, completamente cerrada, un rayo de fuego penetra y parece desintegrar unos brazaletes, un lazo, y un atuendo rojiazul que sobre una piedra descansan. La energía brotada converge en un solo punto y de allí con movimiento decidido se encamina hacia Diana. El estallido la envuelve por un instante y gradualmente se desvanece para dar lugar a una presentación extraordinaria: en unas botas rojas, atravesadas por una cinta blanca, desciende la nueva figura por la escalinata; lleva una malla azul -con estrellas- que asciende en una armadura roja. Un lazo a la cintura prendido de un cinturón dorado, un par de bracetes, la tiara y en el pecho un águila completan la vestidura de Diana. Después, la Reina le recordará que cada vez que necesite de esos regalos en el mundo exterior, deberá repetir el acto para que la energía de Themischira se los devuelva.
Una mujer policía encubierta espera como carnada. Cuando el sospechoso se le acerca, inmediatamente se contacta con su compañero, pero cuando este llega es demasiado tarde. El asesino, alto y corpulento, ha sido demasiado rápido; incluso cuando lo quiere perseguir para atraparlo. La oficial herida trata de hablar, pero sin que pueda emitir un sonido inteligible se desmaya.
Diana conduce el avión hacia el extremo sur de la Isla y le agradece a Steve que le permita quedarse con la nave cuando lleguen a América. Steve le contesta que en sus manos no podría estar mejor, y después le sigue explicando los movimientos que tendrá que hacer para instalarse. Desde alquilar un lugar hasta conseguir un trabajo en el Gobierno tiene que ser algo bien preparado. Si Steve no hubiera presenciado la velocidad con la que aprendió Diana a manejar su nave, no tendría ilusiones acerca de un arribo discreto de la amazona en América. Cuando llegan a un lago escondido en el valle de Hermes, Diana se zambulle con el avión en las oscuras aguas. El avión, que está preparado, emerge y aterriza en la costa. Los pasajeros se bajan y ante sus miradas la nave se va desvaneciendo en el aire como por arte de magia. Diana le explica a Steve que las aguas que lo han bañado reflejan la luz volviendo invisible lo que tocan; por eso, a ese lago se lo llama “del Olvido”. Después la princesa amazona saca su lazo y echa una mirada dubitativa a Steve y él la anima diciéndole que ya lo hablaron y que ambos saben que es lo mejor. Después de un breve silencio Steve le pregunta si está segura que olvidará todo lo que ha vivido en los últimos días. –Completamente- le responde Diana. Entonces Steve se adelante suavemente y la besa. Después, el lazo en contacto con Steve se vuelve incandescente confundiéndose con el brillo del sol que se esconde entre las montañas.
Lindsay abraza a su suegra cuando esta le cuenta que han recibido la noticia de que han encontrado a Steve abandonado en una costa de Florida. En otro lugar de América, una mujer con el cabello recogido y apariencia apocada pide un taxi. El taxista saluda, mira por el espejo retrovisor y observa, detrás de unos anteojos de marcos oscuros, unos ojos celestes y profundos como jamás ha visto en su vida.
Créditos
Próximo episodio: Impacto
Nos Vemos.
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