Episodio 6: ENCUENTRO.
En la plataforma sur del barco en que se realiza la operación de Andros, un grupo de marines se sorprende por la presencia de una figura femenina que camina hacia ellos. Cuando le piden que se detenga la mujer sonríe y continúa sin inmutarse. La amenaza de fuego pronto se vuelve realidad y el primer disparo sale del arma de uno de los hombres para impactar unos metros antes de Circe, en una especie de escudo invisible que la rodea. Los demás proyectiles se desvían igualmente mientras ella se acerca cada vez más. A unos pocos metros, con un ademán de manos solamente, dos de los marines salen impelidos por encima de la cubierta hasta caer en el océano. Circe sonríe, cuando ve que en el acto, un grupo de tiburones muestran sus aletas en dirección a ellos.
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La pantalla del equipo registra, frente a Andros y un grupo de técnicos, una imagen que tiempo atrás les hubiera sorprendido ampliamente. Ahora, después de todo lo ocurrido, tiene un impacto mucho menor: un grupo de barcos que no registra actividad eléctrica ni hidráulica se acerca a gran velocidad hacia la zona donde se encuentran. Inmediatamente dos helicópteros despegan hacia la zona. El General Blanchestein insiste en que Andros no puede formar parte del rescate de la oficial Prince y del coronel Trevor. No hay esperanzas de que puedan encontrarlos con vida, y no se puede arriesgar la vida de la persona más necesaria en esta guerra contra los skrells. La discusión se ve interrumpida por un marino que informa sobre las naves que se acercan: -¡“Son mujeres, y se desplazan a remo”!.
Los remos de lo que parece acero entran y salen en el agua con tanta velocidad que simulan hélices que mueven las embarcaciones. Arriba un grupo de amazonas paletea unánime bajo las órdenes de una guía. Hipólita se encuentra en la proa y espera ansiosa el encuentro con los hombres. Sabe que es algo inminente. Un resplandor eléctrico interrumpe la armónica labor en cubierta y Andros se hace presente en medio de ellas.
Circe, después de derrumbar la puerta de entrada, irrumpe en la división principal y saluda al General Blanchestein y al Capitán que a estas alturas ya esperan cualquier cosa.
-Mis hombres ya han tomado el control de su nave Capitán, quiero que me entregue a Andros. De lo contrario cada dos minutos iré arrojando a un miembro de la tripulación al agua. Y ya sabemos que no es precisamente óptima para nadar- le amenaza Circe mientras comienza a leer los planos que se encuentran en la mesa y las pantallas abiertas.
Varios metros debajo de la superficie, en el interior del submarino que se inunda mortalmente, Diana ya no necesita ocultar su fuerza delante de Steve. Por eso, intenta sellar los orificios que originó la explosión para impedir que el agua siga entrando.
-Aún cuando lograses que ya no entre agua, el oxígeno que nos queda se consumirá muy pronto- comenta Steve.
-No importa, estoy seguro que eso le dará tiempo a Andros para rescatarnos-agrega Diana.
-Veo que tienes mucha confianza en él- le replica Steve mientras Diana se sonríe aún en medio de la crisis que atraviesan.
El intercambio de palabras entre Andros e Hipólita se suaviza gracias a Beau que interviene preocupada por el tiempo que les queda. Recién entonces Andros puede explicar con detalles la situación en que se encuentra la amazona. La Reina decide que se lancen directamente al agua para rescatarla, a lo que Andros responde:
-¡No lo entiende!, su hija no dejará al coronel Trevor allí abajo, y ustedes por más fuertes que sean no podrán subir sin sufrir bajas por la cantidad de escualos que parecen multiplicarse a cada instante. Tenemos que idear una estrategia
Beau pierde oportunamente la paciencia y se enfrenta por primera vez en su vida a la Reina:
-Hipólita, no te reconozco, de aquí a un tiempo parece que has perdido toda la prudencia de un líder. Estoy por empezar a pensar que al final la más afectada por el mundo el hombre eres tú-.
En la cubierta del barco militar una fila de marines aguardan sin remedio la elección de Circe para que uno de ellos se arrojado al agua. El General Blanchestein le suplica que se detenga diciéndole que Andros acaba de esfumarse delante de ellos sin que se sepa en dónde se encuentran. La fuerza invisible que sale del gesto de Circe levanta a uno de los pobres que desesperan y lo lanza en el medio del mar. Finalmente, Mark Jason que se encuentra en el grupo, movido por la compasión de los gritos que se escuchan desde el mar, le confiesa la llegada de las amazonas, a lo que Helena reacciona sorprendida:
-¿Ellas acá?- esto no me lo esperaba. Y se pone mejor.
Cientos de amazonas se lanzan al agua armadas con arpones y espadas y se introducen en las profundidades con nado veloz. Andros en cubierta, no puede ayudar en el campo de batalla, sus armas no funcionan en el agua, de ahí que los skrells se oculten en ella. Sin embargo, puede cambiar el clima; por eso, en pocos segundos las nubes se agrupan en el cielo y la temperatura desciende estrepitosamente. Potentes vientos entran en el mar y lo revuelven enfriándolo. Abajo los tiburones que ya han descubierto sus presas se sorprenden por el cambio en el ambiente y se vuelven más lentos y menos eficaces; algunos incluso abandonan el lugar en busca de corrientes cálidas. Las amazonas forman varios círculos cubriéndose las espaldas. Un ataque sorpresa sería fatal, aún para ellas. La velocidad de los primeros escualos no puede con la de estas guerreras, que con certeros golpes cercenan pedazos enteros de sus mandíbulas. Con todo, el número se incrementa poco a poco y la tarea empieza a complicarse.
Artemisa por su parte se acerca a la nave de Diana y gracias a su tiara detiene a un número considerable de tiburones al mismo tiempo. Hipólita, que la observa de lejos, se da cuenta que la habilidad para manejar esa arma legendaria no es mala, pero tampoco es la que ha visto en Diana.
En una de las naves de las amazonas, ante Andros y un grupo de guardianas que se ha quedado, Circe se hace presente y las barre de un golpe hacia el agua. Andros desvía un par de rayos hacia ella rompiendo su escudo protector, pero inmediatamente Circe se recupera y le lanza un destello violeta que le atraviesa el pecho y lo derrumba inconsciente.
Cuando el submarino comienza a moverse en medio de crujidos estrepitosos, Diana sabe que ha llegado la ayuda que esperaba. Por eso, cuando llegan a la superficie arranca la escotilla y se encuentra con su madre.
No hay tiempo para demasiadas explicaciones. Apenas se entera de lo que está sucediendo, encarga a Steve a sus hermanas y se lanza en ayuda de las que han quedado luchando en el fondo. Su furia contenida ya no le hace perder el control como antes. Ahora sabe lo que hace. En pocos segundos llega al centro de la batalla encarnizada que se libra contra unas máquinas mortales, que se han reactivado porque el agua ha vuelto a su temperatura habitual.
Todas saben, a pesar de la poca claridad en el agua, que es Diana quien ha llegado. Ninguna como ella puede moverse de ese modo. Con dos espadas en sus manos, con giros y golpes precisos, parte en pedazos varias bestias en poco tiempo. Sin embargo los tiburones son muchos, por eso, incluso para ella se vuelve imposible la defensa simultánea. Un escualo enorme, antes de recibir la estocada mortal de una amazona, alcanza con sus tres hileras de dientes, la espalda de Diana. Afilados como navajas e impulsados por los potentes músculos de la mandíbula, las puntas abren un surco demasiado profundo en la carne de la amazona. En instantes el agua se tiñe de rojo y ella pierde el sentido quedando expuesta completamente.
Steve llega junto a dos amazonas al barco militar y es recibido por Mark que lo lleva hasta el General. Allí en su presencia, les relata lo sucedido y ellos por su parte los últimos hechos con Circe. Cuando el coronel Trevor deja la habitación, el general Blanchestein mira a Mark Jason y le sonríe misteriosamente mientras sus pupilas reflejan un pequeño destello violeta.
Créditos
Próximo Episodio: CERCADO.
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