Episodio 3: PRINCESA.
El altercado entre Steve y Lyndsay se torna cada vez más fuerte, llegando a extremos impensables conociendo el carácter sereno de ambos. Deliberar cuál fue el motivo por el que se entabló es hacerse una pregunta que no tiene sentido: después de la aparición de Diana, cualquier factor hubiera desencadenado una tormenta. Steve sale al balconcillo del dormitorio para calmarse y su esposa lo sigue. Allí mismo ocurre entonces la tragedia: Steve termina saliendo en defensa de Diana y Lyndsay entra en una crisis nerviosa. Cuando el menor de los Trevor –alertado por los gritos- llega al lugar acompañado de una empleada, observa como el coronel trata de calmar a su mujer, que en un intento por soltarse, se echa para atrás, quiebra la balaustrada de madera y cae al vacío atravesando la cubierta de vidrio del jardín de invierno que se encuentra más abajo.
Títulos.
Aún cuando el mismísimo presidente intenta adelantar una aclaración, Andros se muestra imperturbable y le responde con seriedad que aguarde. A pesar de su aspecto joven, impone respeto por su misma actitud: no levanta la voz, no le interesa quedar bien con nadie, no politiza, y zanja, sin importarle las consecuencias, cualquier comentario o pregunta que a él no le interese. La sala en la base se silencia súbitamente cuando este extraño visitante toma la palabra:
-Soy un visitante de lo que ustedes llaman espacio exterior- suelta sin inmutarse mientras es estorbado por un murmullo que aplaca con una mirada intolerante.-Y no me interesa trabajar con ustedes-continua diciendo-, sólo lo hago porque el consejo que me ha envidado me lo exige. Vamos al punto: Su planeta ha sido invadido por una especie-parásito que denominamos skrell. Es una criatura débil en casi todos los aspectos, incapaz de procurarse su propio sustento, por eso aprovecha la única habilidad que posee para esclavizar otras especies que trabajen para ellos. Inoculan un veneno en el cuerpo de la víctima a partir de lo cual toman el control de su materia. Obligan, de esta manera, a las millones de infectados que secuestran, a trabajar en su planeta para sostenerlos y servirlos a ellos.
Para mostrar de un solo golpe lo que ha dicho, Andros abre las planchas de un compartimiento de lo que parece acero, de unos 5 metros de alto. De allí irrumpe una criatura nunca vista, similar al gorila terrestre pero mucho más grande. El visitante explica que se encuentran en presencia de una especie que ha sido inoculada por los skrells, y que ahora debido al antídoto que se le ha colocado ha recuperado su estado. Pero inesperadamente, la bestia salta del lugar hacia las gradas y destroza lo que encuentra su paso. Los militares reaccionan inmediatamente, pero los disparos parecen no afectarle. Por lo demás, la velocidad del atacante es inusualmente rápida para su peso, por eso logra abrirse paso por las puertas de seguridad y abandona la zona más segura de la base.
-No puedo entender que ha ocurrido-murmura Andros mientras observa a la criatura alejarse.
En un hospital de Washington, ajeno a todo lo que sucede, Steve espera noticias sobre el estado de su esposa que se encuentra en urgencias.
-Nunca en mi vida la había visto de ese modo- le comenta el Coronel a su hermano y a Mark Jason que se encuentran a su lado.
Entretanto, Diana, que se encuentra en el hospital de la base militar, escucha las sirenas de alarma y la convulsión que se ha generado. Cuando sale hacia el hangar del que parece proceder el disturbio, se tropieza con heridos que vienen cargados en camillas y ambulancias que la pasan a toda velocidad. Finalmente, en el medio de la confusión, Etta le sale al paso y le narra lo sucedido. Todavía no termina el relato cuando su hermana Atenea se presenta e interrumpe la reunión:
-¡Por lo visto, la princesa no fue capaz de comportarse como tal!- le lanza a Diana que preocupada echa una mirada a su alrededor para comprobar que nadie la está escuchando.
-Te sugiero Atenea que no te extralimites- le contesta Diana con una mirada inquisidora.
Atenea no agrega más nada y se retira dejándola sola.
Las barreras de la base se han roto y el General Blanchestein, mientras las observa, le comunica a un subalterno que se prepare:
-Disponga todo para lo que llamaremos “Operación Gargantua”.-
En los bosques cercanos a la base una pareja arregla las cosas de su campamento. La mujer se dirige al lago para lavar los utensilios cuando presiente una respiración jadeante que surge del tupido follaje. Asustada, gira sobre sí para volver a la tienda y profiere un grito desgarrador mientras suelta lo que lleva en la mano. La bestia emite un rugido potente y se lanza hacia ella, que instintivamente se vuelve hacia el lago. Una vez que la muchacha alcanza el bote que descansa en la orilla, decide internarse aguas adentro, pero la extraña criatura sujeta la navecilla y la hunde con su ocupante. Andros llega en ese momento y se topa con la pareja de la mujer que ha corrido hasta el lugar de los alaridos, disparar contra el espécimen, le ordena que se calme, pero éste no le obedece. Ante la violencia con que el animal destroza el pequeño bote, Andros reanuda el disparo, pero esta vez con un haz de luz violeta que tumba al atacante en el agua.
De un salto la bestia se sitúa nuevamente en la espesura del bosque donde se pierde velozmente. Cuando Andros se dispone a seguirlo llegan los militares con sus armas e insisten en acompañarlo.
En el hospital, Lyndsay despierta y pide por Steve. Cuando su esposo ingresa en la habitación los dos se miran en un momento que parece muerto y sin sentido. Steve comprende más que nunca que se ha equivocado en la decisión de casarse y en vez de saludarla compasivamente, se acerca con un gesto de frialdad evidente.
Lyndsay por su parte, extiende su mano y acaricia la mejilla de su esposo suavemente, mientras deja que las lágrimas aparezcan por sus ojos. Mark Jason que se encuentra afuera con la madre de Steve, contempla la escena a través del cristal, luego se da vuelta y se atreve a apuntarle a la señora Trevor:
-Pronto va a corroborar cuánto se ha equivocado al empujar a su hijo a este matrimonio-.
Andros se pierde en el bosque tras los pasos de la especie que ha dejado escapar. Una mujer que no conoce pero ya ha visto aparece repentinamente tras él y el grupo de soldados.
-¡No disparen!- le ordena al grupo de hombres que ya ha reconocido a Helena Circe frente a ellos.
-Tu antídoto ya no sirve en el proceso que yo he comenzado en el animal- le comenta Circe sin preocuparse por las armas que le apuntan- la única manera de detenerlo es eliminándolo. Pero si no me equivoco eso no te está permitido.
A pesar del mandato de Andros, los soldados abren fuego cuando Helena se les acerca. Una barrera invisible desvía los proyectiles que se vuelven contra ellos mientras la mujer se aleja con la misma tranquilidad que había llegado.
Diana es una experta cazadora y sigue con precisión las huellas de la criatura por el bosque. La niebla que cubre las laderas de la zona y la calma tan intensa le recuerdan a su Isla; por eso se detiene en un claro para contemplar nostálgica el lugar. Recién ahora, después de lo que ha vivido, siente que empieza a recuperarse. La tranquilidad se ve repentinamente interrumpida cuando advierte que el animal que busca no sólo la ha descubierto sino que emprende una embestida contra ella. El agresor es rapidísimo, pero nada significa para la velocidad de Diana que salta sobre él y gira en el aire para caer de cara al frente de la criatura. La ofensiva se reanuda y lo extraño –piensa Diana- son los movimientos precisos para una bestia de semejante peso y altura.
Pero esta vez, la amazona no la sortea sino que la toma de uno de los brazos con que es atacada, y la lanza contra los arboles produciendo un crujido que se escucha por toda la floresta.
-¡No quiero lastimarte!- le grita Diana a la bestia que se dispone a enfrentarla nuevamente.
Aunque por algún momento la mirada y el timbre de voz de la princesa confunden a la criatura, ésta no cesa en su intento y aprisiona con sus manos a su víctima para destrozarla. Entonces la amazona se cansa y abre las falanges que la asfixian para luego asestar, en un salto, una trompada que tumba y arrastra al animal.
Andros ha contemplado la última parte del encuentro entre la bella y la bestia, y ahora asombrado observa como esa hermosa mujer acaricia el rostro de la criatura que se le acerca sumisa mientras la voz y los ojos de Diana la calman. Nunca antes había visto quebrar el veneno de los skrells de ese modo.
-¿Quién eres?- le pregunta suave mientras se acerca.
La mirada noble y segura de Andros, infunden, en un instante, la confianza necesaria para que ella simplemente le responde:
-Diana de Themischira, princesa de las amazonas.
-Princesa...,-agrega Andros mientras le ofrece la más bella de sus sonrisas.
Steve llega del hospital a una base que intenta recuperar la calma después de los sucesos. El General lo pone al corriente de todo, mientras Etta le muestra los daños en una puerta de acero que yace doblada en el suelo. Cuando Blanchestein se retira, Steve pregunta por Diana, y Etta le responde que se encuentra en la enfermería, pero que si realmente la aprecia que no la hostigue con algo que ya no tiene remedio.
Andros se encuentra con los líderes mayores que intentan sacarle una explicación de lo sucedido. Fiel a la conducta que ha venido teniendo, Andros no permite que se lo interrogue, él es quien comanda la misión. Pero uno de los jefes, cansado de su altanería, intenta ponerlo en su lugar con una fuerte corrección. Entonces Andros lo observa en silencio mientras una docena de rayos se hace presente en el recinto cerrado. Nadie más se atreve a formular ni una palabra. Y nadie pone obstáculo a la última elección que Andros hace para el equipo que está formando:
-Quiero a la oficial Prince en mi unidad apenas se encuentre restablecida-.
Lyndsay mira por la ventana de su habitación en el hospital, y Diana hace otro tanto desde la suya. La amazona permanece sentada en la cama y no repara en Steve que acaba de entrar. Los ojos del Coronel se posan suspensos sobre la figura que la vida le ha devuelto. Allí, frente a él, su amor de siempre se acomoda el colgante que brilla por el sol que se filtra a través del cristal. Le encuentra la piel más blanca que lo usual y la cascada de rulos negros que la caracteriza ya no le cae por la espalda, en su lugar el cabello lacio como nunca parece acentuar la fragilidad que luce. Diana, presintiendo que la observan gira su rostro para enfrentarse con Steve que todavía permanece detenido en el mismo lugar. Entonces, sus miradas se encuentran en momento inmortal como sólo el amor puede dar.
-Espero fuertemente-irrumpe Diana-que no me haya equivocado tanto, y que ahora empieces con un diálogo que no conduce a ninguna parte.
-Sólo quería verte-responde Steve y se marcha por el pasillo lentamente. Diana no lo puede advertir, pero el rostro de él está muy lejos de mostrar tristeza. Sí, sabe que pretender algo, ahora sería completamente torpe e inútil. Sin embargo, su corazón late feliz y con fuerzas, porque ella está, y el mundo ha dejado de serle un lugar tan solitario.
Créditos
Próximo Episodio: EQUIPO.
En este ENLACE pueden encontrar la cuarta parte de esta historia.
Nos Vemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario