Hace un tiempo, publicamos aquí, en su blog de Marvila, una historia de Wonder Woman, en 13 episodios, escrita por Tom Monroe, un escritor aficionado, que es inspirado por la mismísima leyenda de La Mujer Maravilla.
Aquí el enlace a el primer capitulo de esa historia, y hoy les presentemos el primer capitulo de una nueva historia de La Princesa Amazona. Surgida de la imaginación e inspiración de Tom... ¡Que la Disfruten!.
Segunda Temporada
Episodio 1: CAIDA.
El final del verano llega a los bosques de Washington DC por eso el calor ya no es tan fuerte. El cielo completamente despejado remata, junto a unos cervatillos que pastan, la belleza del lugar. Pero tempestivamente, y sin que los animales pudieran percibirlo, un viento impetuoso trae consigo un cúmulo de nubes atravesadas por rayos inusuales.
En una carretera cercana, un grupo de amigas suplican a la conductora que detenga el auto, pero la muchacha –que de golpe ha enloquecido- aumenta la velocidad. El coche se acerca a una curva que bordea la ladera, la acompañante intenta torcer el volante, pero su compañera, empeñada en lo que parece un suicidio se mantiene firme. Cuando el desenlace parece inmediato, las ruedas se clavan y comienzan a frenar en medio de un intenso humo negro hasta que el carro se detiene al borde del precipicio.
Las jóvenes no se recuperan cuando se acerca un hombre y les pregunta si se encuentran bien, a lo que responden que sí, con excepción de la causante del infortunio, que permanece en silencio con las manos en el volante y la mirada perdida en el horizonte. El muchacho, en medio de los gritos que han retomado las pasajeras, abre con el sólo roce de su dedo un tajo en la nuca de la chica enajenada, y extrae debajo de su piel una pequeña perla, que a pesar de la sangre que la cubre se aprecia de un violeta intenso. TÍTULOS.
Lyndsay lleva el cabello recogido en un moño que acentúa su elegante cuello, y se muestra radiante enfundada en un vestido color crema. Steve, a su lado, soporta que sus hermanos le desordenen el peinado después que ha brindado por su próximo matrimonio. Toda la familia Trevor se encuentra reunida en el ensayo de bodas que se ve interrumpido por un militar que se acerca y le habla al Coronel en secreto.
Etta cruza a Steve en los pasillos de un edificio de gobierno, los dos siguen su curso sin detenerse, mientras ella le explica los detalles de la reunión. Al llegar ante una fuerte custodia, después que se les ofrece los saludos apropiados, ambos entran a una sala privada. El general Blanchestein da comienzo a la sesión donde detalla la información de inteligencia de una conspiración inminente para liberar a Circe de la prisión. En el primer plano de sus preocupaciones, el general manifiesta el interrogante de que esta mujer tenga tanta importancia.
Los aplausos al unísono cubren todo el estadio de Themischira y suben hasta el cielo después que la reina corona a la nueva embajadora. Atenea será la encargada de retomar el contacto con el mundo del hombre, por eso, mientras contempla a sus hermanas, lleva el lazo y la emblemática tiara. Mientras los festejos continúan, en el borde del acantilado más alto de la Isla, Beau sale al encuentro de Diana que ha estado ausente de todo.
-Con esta actitud, realmente has demostrado que no merecías ser nuestra embajadora- le reclama Beau mientras se sienta a su lado. –Una verdadera amazona conserva la dignidad y la ubicación a pesar de lo que sienta- continúa reprochándole mientras Diana permanece con la vista en la puesta del sol.
-Nunca me canso de observarlo- le contesta indiferente refiriéndose al atardecer -Te equivocas, mi ausencia es el medio que encuentro para manifestar mi disconformidad. Si permanezco callada, entonces también me vuelvo responsable de la injustica; la ley establece que sólo la mejor debe representarnos, y la Reina lo ha pasado por alto-. Replica Diana mientras se incorpora y, después de un suspiro, se precipita en caída libre para hundirse en las aguas del mar que parecen calmarle el dolor y la bronca.
En la mañana siguiente, en la cárcel de máxima seguridad de la base, Steve se encuentra con Helena cara a cara. Ella conserva su habitual tranquilidad mientras le confiesa que los reportes sobre su fuga son ciertos y que ni él ni nadie podrán impedirlo. Trevor no le contesta y se aleja pero pronto se lleva la primera sorpresa: cuando intenta salir por una de las puertas, el guardia se lo impide y le dice que ahora es un rehén. Steve no da crédito a lo que va viviendo: uno a uno el personal de la zona –que él conoce de hace años- se vuelve contra su puesto.
En Themischira Diana se enfrenta a su madre y renuncia a su legado para volver al mundo de los hombres. Hipólita trata de detenerla con la firmeza que la caracteriza, pero la princesa le deja claro que ni ella ni nadie en la Isla podrán impedirle su partida.
-Lo más lamentable hija mía, es que no vuelves para buscar caminos de encuentro con el mundo de afuera; lo haces por un hombre- le recrimina la Reina en un intento desesperado por evitar la partida.
-Una cosa no me impide la otra madre. Pero eso tú no lo entiendes- le rebate mientras se sube a su avión. La nave se desliza suavemente y la Reina sólo vislumbra una estela plateada que se pierde en el mar. Sus ojos no pueden contener las lágrimas y su corazón parece escapar hacia fuera en busca de aire.
El general Blanchestein y sus hombres permanecen en las afueras del edificio tomado por los mismos guardias, tratando de entender lo absurdo de la situación. Repentinamente, personas en las que han confiado durante toda su vida, se han vuelto sin más en contra de su país. Un equipo especializado intenta negociar con los amotinados pero estos comienzan a disparar sin cuidado por sus vidas ni las de ellos. Helena le dice a Steve que observe, que ella va a salir caminando del lugar, y él reconoce, que a estas alturas, todo empieza a volverse posible.
El avión que Helena ha exigido para escapar, ya está dispuesto en la pista; entonces ella sale custodiada por sus mismos carceleros que se abren paso por una barrera de hombres armados, que desconcertados por lo que sucede, no se deciden a detenerlos. Al final de la comitiva va Steve Trevor, que es conducido como prisionero hacia el avión. No muy lejos de allí, el mismo hombre que ha salvado a las muchachas de precipitarse en el barranco observa la escena, y cuando se dispone a intervenir se detiene sorprendido al descubrir que una mujer ha irrumpido en la pista y corre hacia el avión que comienza a carretear.
-La Mujer Maravilla- musita el general que no comprende bien porqué comienza a tranquilizarse.
Atenea, ante la mirada desconcertada de los militares, se detiene a metros del avión que ya despega, lanza su lazo dorado que enseguida se tensa sostenido por su dueña. Las botas de la amazona se deslizan en el asfalto para evitar producir una detención brusca que terminaría partiendo el avión. El aparato finalmente se detiene, la compuerta de carga se abre y un grupo de hombres armados aparece para disparar sin piedad sobre la importuna. Y, en el preciso instante en que una multitud de proyectiles abandonan las respectivas armas, Atenea -sin soltar su lazo- coordina sus muñecas en movimientos perfectamente eficaces: ni uno sólo se realiza al azar; la mente de la amazona ha sido entrenada para ello. A ojos humanos sólo se aprecia un escudo plateado que repele una ráfaga de balas; en una mirada veloz, podría contabilizarse el impacto de cada una de ellas en el sólido metal de los brazaletes.
Al cesar el ataque, Atenea intenta adentrarse en la nave, pero Circe, que acaba de aparecer, extiende su mano y forma un campo luminoso que la repele. Tras dos intentos fallidos, la amazona, sin soltar el lazo, se incorpora del suelo y no quita los ojos de Helena.
-Por lo visto estamos en un atasque - expresa Helena Circe después que ha pesado todas las posibilidades-.
Atenea es también práctica y calculadora, e inmediatamente reconoce la situación: -Que baje el Coronel Trevor y te dejo partir.
Helena hace una señal para que suelten a Steve y éste baja por la rampa con las manos atadas en la espalda.
Mientras el avión despega, Atenea desata al Coronel que no deja de mirarla. Arriba en el cielo Helena responde a un sujeto que le pregunta por qué no cortó esa cuerda:
-Sé reconocer algo extraordinario cuando lo tengo cerca-le afirma mientras sigue con la mirada en la pista.
Por la tarde, en el departamento de Etta suena el timbre y ella, mientras se acomoda un pendiente, se apresura a atender pensando que es el chofer que viene a buscarla. Cuando tras la puerta encuentra a Diana, se funde en un abrazo con ella y le revela que sabía que estaba viva. Después que se acomodan en un sofá, y luego de intercambiar las primeras impresiones, Etta queda en un incómodo silencio cuando Diana le pregunta por qué lleva un vestido de fiesta.
En la mansión Trevor los preparativos para la boda han terminado y el novio baja por las escaleras ante la mirada Mark Jason.
-¿Estás seguro de lo que vas a hacer?- le pregunta su amigo.
-De una cosa sí lo estoy: de que jamás podré amar a otra mujer como a Diana. Al menos haré feliz a Lyndsay- responde Steve para luego salir al encuentro de su madre que le acomoda el traje.
-¡No lo entiendes!, todo este tiempo te ha supuesto muerta- le refiere Etta a Diana con voz suplicante que se encuentra de pie mirando por la ventana.
-Sólo han pasado tres meses, no existe manera en que pueda entenderlo- le refuta Diana con la mirada todavía fija en el horizonte. Para un corazón como de ella -de una sola pieza- resulta casi imposible comprender que un amor se termine tan abruptamente, por eso simplemente concluye que no ha existido nunca.
El cielo limpio y brillante de Washington es el marco perfecto para el sí que Steve y Lyndsay se intercambian frente a sus familiares y amigos. Y el mismo cielo, también es testigo del avión invisible que sube a toda velocidad hasta una altura impresionante. Desde allí, luego de poner el control automático, Diana se lanza en caída libre y se deja caer tranquilamente con los ojos cerrados. Después de un trayecto, su mirada se abre de golpe y sus brazos se disponen para controlar las corrientes de aire y descender suavemente. Al llegar a tierra, sus piernas se flexionan para contrarrestar el impacto y sus dos manos se apoyan firmes en el suelo, levanta la cabeza sacudiendo el cabello de su frente y con el rostro endurecido permanece con una mirada nueva, como si fuera otra la que hubiese aterrizado.
Créditos
Próximo Episodio: AMAZONA.
En este ENLACE pueden encontrara la segunda parte de esta historia.
Nos Vemos.